Uno de los lugares más visitados cada mes de
Noviembre es el Cementerio - Museo de San Fernando de Sevilla, concurridísimo
cada vez que alcanzamos el llamado "mes de los difuntos".
Extraordinarias obras de arte pueblan la necrópolis sevillana,
desde los pequeños detalles de maravillosos azulejos, robustas columnas y elaborados
fustes de diversos estilos, pasando por las maravillosas figuras de los
personajes más ilustres, hasta los magníficos grupos escultóricos tales como el
de Joselito el Gallo. Como tantos otros sitios en nuestra amada Andalucía, y
concretamente en nuestra adorada Sevilla, existen muchos rincones plenos de
curiosidades y leyendas.
Esta admirable recreación del momento de la crucifixión de Jesús, es una obra
en bronce del insigne escultor sevillano Antonio Susillo, que fue autor de múltiples
esculturas repartidas por nuestra ciudad, al que dedicaremos otra entrada a su
obra y biografía.
Susillo al admirar su obra ya
finalizada, se percató de que le había colocado los pies al revés al crucificado. Se dice que su equivocación le causó tal depresión que acabó suicidándose, a la
edad de 39 años.En esa época, los suicidas eran enviados al cementerio civil, pero Sevilla, que le debe mucho a este virtuoso de la escultura, pidió que el escultor fuese sepultado debajo de la que era su última obra. Y así fue autorizado por los órganos eclesiásticos competentes.
Posteriormente de todo lo anteriormente mencionado, durante un tiempo se evidenció que de la boca del Cristo brotaba miel, de ahí le vino su nombre, estableciéndose la creencia de que era un milagro de la imagen. Hecho éste, que fue desmentido al estudiar el fenómeno, comprobando que la existencia de miel en la boca del Cristo venía provocada por la presencia de un panal de abejas -verdaderas artífices de dicho “prodigio”- en el interior de la imagen al haber sido realizada hueca la mencionada imagen, debido al gran peso que debería soportar una vez colocada en su lugar.
Todo esto no hizo más que acrecentar la leyenda del Cristo de las Mieles
Con tan solo levantar la mirada al frente desde la entrada al interior del camposanto, parece alzarse desde un monte de yedra, entre medio de los altos cipreses y el azul tan característico del cielo sevillano, la majestuosa silueta de un oscuro Cristo crucificado situado en la glorieta central. Mieles
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